
Existen estudios que afirman que después de México, Colombia es uno de los países donde ejercer la labor del periodismo es una de las actividades más riesgosas y peligrosas debido al nivel de violencia que se vive en nuestro país.
Decir o contar la verdad de lo que está sucediendo en nuestros territorios y comunidades, para el caso de los comunicadores y comunicadoras indígenas es asumir un riesgo y una responsabilidad muy fuerte que recae sobre los procesos y personas que hacemos la comunicación. Al denunciar, visibilizar, hacer reflexiones sobre quiénes son los actores implicados en estas realidades tan complejas que vivimos, nos convertimos en personas incomodas, opuestas a los intereses de ciertos grupos, económicos, grupos armados de derecha, de izquierda y del mismo gobierno Nacional.
El comunicador no solo visibiliza las afectaciones que llegan de afuera hacia el territorio, sino que también dentro de nuestro ejercicio hemos mencionado temas que afectan la armonía del territorio y de la comunidad, porque no solo actores externos afectan el buen vivir de las comunidades, también a nivel interno hay complicidades y cuando nombramos estas complicidades con el ánimo de revisar estos vacíos y problemas que nos afectan, terminamos siendo estigmatizados o señalados en nuestro ejercicio como comunicadores y comunicadoras.

Caminar la palabra, como decimos los comunicadores desde el Cauca, no es solo llevar la información, se requiere también hacer análisis, reflexión, contar lo que se vive en los territorios, dar la voz a las comunidades, todo esto con el objetivo de fortalecer los procesos, la identidad cultural de nuestros pueblos, las dinámicas; pero sobre todo hacer un ejercicio comunicativo donde se hable con la verdad un trabajo muy significativo y, sin embargo, muy poco valorado.
Teniendo en cuenta que los medios masivos de comunicación solo obedecen a las políticas del gobierno de turno y se encargan de desinformar y tergiversar lo que sucede en territorios donde habitan las comunidades étnicas, fue necesaria la conformación de la Asociación de Medios de comunicación Indígena del Cauca (Red AMCIC), que actualmente acoge alrededor de 20 procesos y colectivos de comunicación quienes vienen trabajando articuladamente para acompañar a las comunidades de los territorios. En el Cauca, hemos registrado el asesinato de cinco comunicadores y comunicadoras quienes se encontraban en pleno ejercicio en sus territorios.
Es el caso de Rodolfo Maya del territorio de López Adentro Corinto, a manos de la guerrilla de las FARC en el año 2010, Efigenia Vásquez, a manos del ejército Nacional, en una acción de recuperación de tierras en kokonuco en el año 2017, Eider Campo del territorio de Caldono, a manos de la guerrilla de las FARC, en el año 2018, Abelardo Liz del territorio de Corinto, asesinado en el año 2020 por el ejército Nacional, mientras cubría una acción de desalojo que realizaba la fuerza pública a liberadores de la madre tierra y Beatriz cano, del tejido de comunicación ACIN, víctima de las disidencias de las FARC, en un atentado que realizaba a la fuerza pública en Santander de Quilichao.
¿cómo olvidar esos hechos que nos han generado tanto dolor y desarmonía? Si bien este es el reflejo de la realidad en que vivimos, nuestra memoria sigue siendo un ejercicio de resistencia.
En ninguno de estos casos se ha hecho justicia, lastimosamente en Colombia no existen garantías reales para el ejercicio comunicativo, a pesar que es una profesión que genera muchos riesgos, estigmatizaciones y señalamientos. La justicia no es es eficiente y muchas veces incluso inaccesible. Estamos en un panorama bastante crítico a nivel general y los periodistas no son la excepción, es necesario seguir trabajando desde la instancia e instituciones que apoyan el periodismo y la comunicación en el país.
Dora Muñoz, comunicadora del Norte del Cauca, hace la siguiente reflexión, “La situación es bastante compleja, las comunidades están en medio de muchos intereses donde el territorio, la autonomía de las comunidades y del proceso organizativo están en disputa y allí estamos los comunicadores”.
(…) “Tenemos la gran responsabilidad de hablar sobre esos temas para generar las reflexiones y análisis, poner en cuestión las situaciones que también generan riesgo para quienes los abordamos, sin embargo, es el compromiso que hemos asumido y no podemos dar la espalda u obviar situaciones tan complejas como es el narcotráfico, involucramiento de nuestras comunidades en estos asuntos, el gran aumento de la presencia de los grupos armados y la injerencia que tienen, la violencia que se está generando, el papel del gobierno y de sus instancias en estas realidades. Pero tampoco, como nuestras comunidades y organización están asumiendo estas situaciones, sino lo contamos nosotros y nosotras quienes estamos en los territorios muy difícilmente esta información se daría a conocer. La intención de este ejercicio comunicativo es generar la acción coherente frente a lo que viene ocurriendo, esa es la apuesta que venimos dando, esa la resistencia y la lucha desde la palabra, desde la comunicación”, puntualizo desde su experiencia.

Nadie debería ser asesinado por decir la verdad y comunicar lo que pasa dentro de su propio territorio. El día del periodista tiene que dejar de ser una conmemoración a nuestras periodistas y comunicadores asesinados, en memoria de ellos debemos hacer un homenaje a la vida y al trabajo de quienes hoy están en los territorios visibilizando sus realidades, y que no quieren sumarse a esta lista de sangre y silencio. Un homenaje a la vida de aquellos que a pesar de todo esto, buscan que la profesión se dignifique y se pueda ejercer sin miedo.
por: Mabel Quinto
Tejido de comunicación ACIN.