
Por: Eliana Guetio
Los tambores retumban y se quejan las traversas, en el centro la gente danza con alegría, hay chicha, chirrincho y guarapo, las ruanas y los sombreros se confunden, sabemos que habrá música toda la noche, también sabemos que, dentro de unas horas, toda la comida tradicional de las ofrendas será compartida con los visitantes.
Cuando los cucarrones aparecen a finales de octubre es el tiempo de que el mundo espiritual y el terrenal se reúnen, los cucarrones son precisamente los mensajeros, que cuentan que los espíritus o los alegres ya vienen a compartir con nosotros, los que nos quedamos acá por más tiempo. Es por esto que nuestro pueblo Nasa realiza el ritual mayor del Çxapuc, una celebración y conmemoración a los que se nos adelantaron y que acuden al llamado de los mayores para acompañarnos una noche de noviembre. Quienes han realizado la tradición desde siempre, en sus casas, cuentan que desde que se siembran los alimentos se piensa en el Çxapuc, se crían los animales que se van a sacrificar y se ofrece lo que da la madre tierra a los espíritus.
“Es el gesto bonito, la manera de compartir que hemos heredado por orientación de los mayores espirituales, que han dado esa inspiración para caminar la historia y la memoria” comenta uno de los mayores que lleva realizándolo desde hace más de 20 años. El ritual, además, favorece las cosechas y la fuerza del caminar de quienes lo hacen año tras año. Este es el trato de los Nasa con la muerte, o con los espíritus de a quienes quisieron en vida, no olvidarlos, seguir haciendo de este espacio uno que los acoja.
Sin embargo, nuestros rituales pos morten no son únicos, la muerte en todas las culturas sigue siendo un misterio, y la forma en la que las comunidades se relacionan con sus muertos habla de su forma de entender el mundo y de relacionarse con el mismo. Noviembre es curiosamente el mes donde se realizan la mayoría de los ritos, sin importar la ubicación geográfica de quienes los hacen. En México se hace el popular día de muertos, en el cual se ofrenda a los familiares difuntos las cosas que más les gustaban y se usan elementos como flores de cempasúchil, sin embargo una tradición menos conocida la realizan los habitantes de Pomuch en campeche, el Çho’obaak, después de enterrar a sus familiares en un laxo de tres años los sacan de las tumbas y limpian sus huesos, esto con el fin de mostrar respeto y repiten el procedimiento cada año en familia, La tradición originalmente es Maya pero con los años se ha ido mezclando con elementos del catolicismo, en el día de la limpieza participan también los niños de la familia y mientras a brochazos se les quita el polvo y el moho a los restos, se cuentan anécdotas y se recuerda su vida.
Por otra parte, en Madagascar, los Malagache, cada 5 años, sacan los huesos de sus muertos para cambiarles la mortaja y bailar con ellos en una gran fiesta. El ritual se llama Famadihana e incluye música y comida, una festividad donde la familia convive con los restos óseos como si se tratara de la persona viva, al terminar, se le cambian las ropas y se entierran de nuevo para ser sacados en 5 años más tarde
Los Wayuu mueren dos veces, se dice que el evento más importante en la vida de un wayuu es su funeral. Durante el primer rito fúnebre se pone al difunto con cosas importantes para su viaje a la otra vida. 10 años después, se cree que Ma’leiwa (el ser creador) decide si el alma debe volver a la tierra en forma de animal o planta, para este tiempo, se exhuman los restos y se hace un segundo rito fúnebre.
La exhumación es una práctica que pareciera mantener la cercanía con lo que un día fue el cuerpo del difunto, en San Andrés de Pisambala, Tierra Dentro, los antiguanos habían cavado gigantescas tumbas, adornadas del techo al suelo con diferentes gráficos, a las que se baja por escaleras en Caracol. Son los llamados cementerios secundarios, porque en ellos, pasado cierto tiempo eran depositados en tinajas los restos de los difuntos después de sacarlos de su primera tumba, estos cementerios son un ejemplo de la ritualidad Nasa y de su conexión con la expiración de la vida.
Para los pueblos originarios, la memoria es esencial. Hay un cuento de los pueblos de Iberia que habla de cómo un día el jefe de una tribu desapareció, cuando el hijo menor preguntó dónde estaba su papá, sus demás hermanos cada uno con un don especial fueron en busca de él, lo que encontraron lamentablemente son sus huesos separados de su carne pues al parecer una bestia lo había atacado y el jefe había muerto. Sin embargo, cada uno usó sus poderes, uno de sus hijos reunió los huesos, el siguiente puso su carne sobre ellos y cosió su piel, el otro calentó sus músculos para que tuvieran movimiento y el ultimo le dio el soplo de la vida. Cuando el jefe volvió a su tribu todos los esperaron con emoción preparando un gran festín para su llegada, entonces el jefe dijo que daría su bastón de sabiduría a aquel hijo que más hubiese hecho por él, todos se disputaban el lugar, pero el jefe fue directo a su hijo el más pequeño y entrego el bastón, pues si este no lo hubiese recordado el no estaría allí.
Recordar es tener un pedazo vivo de quien se ha ido, una lección, una anécdota, la memoria es un artefacto político que ha permitido resistir con el paso de los siglos. En el Çxapuc, recordamos a los difuntos con música y alegría. Sin embargo, muchos de los compañeros que partieron al otro espacio lo han hecho en circunstancias violentas, sigue siendo indignante despedir a quienes callan por defender la vida, a quienes sistemáticamente han eliminado por oponerse a un sistema de injusticia y opresión. Las danzas, los rituales, frente a esas muertes son también un acto de protesta hacia una violencia que no cesa ni siquiera con el paso de los siglos. La siembra de quienes nos han arrebatado es el acto en el que regresamos al seno de Uma Kiwe y continuamos siendo semilla y el Çxapuc que se realiza para estos compañeros es el símbolo de que las balas no nos exterminan ni física, ni culturalmente.
La muerte misteriosa y difícil de comprender para el ser humano tiene tantos ritos y mitos a su alrededor que serían imposibles de contar, la ciencia, la mitología, la poesía, la literatura y cada uno de los estudios e inventos de la humanidad tiene un pedacito de sí mismo al servicio de la muerte. En medio de una sociedad occidentalizada que ha buscado vencer a la muerte tantas veces y que ha perdido en cada intento, es bonito saber que pertenecemos a ese grupo de culturas, que no la satanizan, en un rinconcito de algún territorio, en una noche de noviembre hay una comunidad Nasa, danzando y ofrendando, un espacio para que los espíritus canten, coman y por una noche se confundan entre los vivos.