Al cumplir 52 años de lucha y resistencia, el contexto nos conduce hacia el enraizamiento de nuestra identidad, no desde el discurso sino desde la práctica, como es el caso de los Luuçx Kiwe Thegnas que viene caminando la defensa de la vida y el territorio desde la armonía con la familia, los seres naturales y espirituales.
La guardia indígena posicionada en el año 2003 bajo una coyuntura de conflicto armado surge como mecanismo de defensa territorial para el buen vivir comunitario, aunque el panorama no tenga muchos cambios, los semilleros de Luuçx Kiwe Thegnas realizan el ejercicio de defender el territorio, que está en riesgo no solo por los diferentes actores armados sino por las desarmonías que existen en la casa grande debido a las diferentes manifestaciones naturales (cambio climático), las semillas son conscientes y asumen el compromiso de cuidar y preservar a Uma Kiwe, generando conciencia en la comunidad.
Aunque los caminos están trazados es necesario analizar y valorar que nos ha fortalecido y que debemos mejorar para equilibrar nuestro andar como pueblos. Hace 52 años surgió la necesidad de recuperar las tierras que permitirían desarrollar los puntos de la plataforma de lucha con los que se crea la organización indígena CRIC. Recuperar las tierras fue y es importante para continuar perviviendo como pueblos, pero es necesario revisar si se pusieron en práctica y cuantos de estos puntos debemos fortalecer y que implica hacerlo.
Estos tiempos nos llevan a la necesidad de despertar la conciencia desde Kwéxs Yuwe, revitalizarlo y fortalecerlo es tarea de todos y todas. La invasión que sufrieron nuestros antepasados estuvo marcada por una violencia física y psicológica que obligo a nuestros abuelos y abuelas a negarnos el aprendizaje de nuestra lengua materna como primera forma de comunicación y se impuso el castellano como primera lengua para comunicarnos y ser aceptados en la “civilización”.
La letra con sangre entra
Nuestros abuelos cuentan que, con la llegada de las religiones y la educación, sufrieron castigos por no hablar el castellano, uno de los castigos más recordados era arrodillarse sobre semillas de maíz cargando dos ladrillos en cada mano, permaneciendo así por largas horas, el objetivo era que aprendieran hablar bien el castellano. En la necesidad de proteger a sus hijos y nietos de estos castigos se deja de lado el idioma propio, trayendo como consecuencia que dos generaciones olvidarán la importancia de la lengua materna.
Teniendo en cuenta que había un debilitamiento en nuestro idioma, fue necesario pensar en una forma de revitalizarlo y fortalecerlo, creando espacios donde se hable y se vivencie la lengua, así nacen los semilleros y nidos lingüísticos.
Los nidos lingüísticos son una apuesta para que las semillas de vida continúen dinamizando la lengua materna y pueda resurgir una generación que hable, escriba y entienda el idioma que nos caracteriza como pueblos originarios.
Desde Cxhab Wala Kiwe los semilleros son la esperanza de una generación caminante de la palabra, no desde el discurso sino desde la acción y la construcción, para la transformación de una nueva comunidad en la que sigan prevaleciendo los valores de unidad, tierra cultura y autonomía.
Por: Tejido de Comunicación ACIN.