
Por estos días la televisión, la radio, el Facebook y el WhatsApp andan inundados de noticias electorales. En todos los grupos se envía la más reciente información de los avales, de los candidatos, de las alianzas, de los nombres y las fotos posando con unos y otros. El próximo 29 de octubre serán las elecciones de gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles, y parece ser el único tema relevante del momento.
Algunos dicen que en esas nuevas elecciones que tendrán lugar dentro de tres meses se disputa “el poder local”. Esto significa que hay una competencia por ver quiénes tomarán las decisiones en los municipios y los departamentos. Se hacen análisis, cálculos, estrategias de campaña, recorridos por las veredas y los barrios, todos tratando de asegurar los votos para hacerse elegir. Se invierten grandes cantidades de dinero y energía con tal de posicionar unos nombres sobre los otros, esperando alcanzar los puestos en los que se pueden administrar los recursos públicos (o sea, la plata) durante los próximos cuatro años.
Esta concentración de la atención de todas y todos en las elecciones es algo que enfrentamos casi cada año. Se arman los debates, las propagandas y hasta las peleas. Al final, llegan las elecciones, se elige una nueva administración y las cosas siguen más o menos iguales, más o menos por el mismo lado.
Mientras tanto, mientras nos ahogamos en esta avalancha de noticias electorales, las otras cosas de la vida siguen su rumbo. Por ejemplo, la violencia. En la misma semana en que se definen los avales de los candidatos por cada partido político, en el departamento del Cauca se están viviendo días extremadamente violentos. Asesinatos de jóvenes en Toribío, Corinto, Miranda, Caloto y Santander Quilichao; amenazas, intimidaciones y persecuciones a líderes sociales y autoridades indígenas; el control de los grupos armados y de las fuerzas del Estado es cada vez mayor sobre las vías y sobre la vidas en general.
No sería raro que este incremento de la violencia esté directamente relacionado con la cercanía de las elecciones, pues la misma situación la hemos vivido en años anteriores. En esa “disputa por el poder local” hay enormes intereses económicos que no dudan en reaccionar ante cualquier posición que ponga en riesgo sus posibilidades de seguir haciendo plata. La violencia es una forma también de definir conveniencias y advertir consecuencias. No obstante, lo que pensamos que es importante resaltar ahora es: ¿por qué prestamos toda o casi toda la atención al espectáculo electoral y no a la violencia que nos desangra?
Después de mucho tiempo de reflexión, de preguntar despacio y escuchar atentos, hemos comprendido que el sistema en que vivimos y sufrimos tiene muchas mañas para asegurarse su permanencia. Ese sistema en que estamos inmersos se llama capitalismo, y una de esas mañas del capitalismo para seguir existiendo son las elecciones. Al principio parece que se pueden lograr cambios importantes ganando las elecciones, pero al comenzar a intentar las transformaciones, los viejos intereses económicos se imponen y garantizan que nada cambie, que todo siga tal y como les conviene. En otras palabras, no solo estamos inmersos en el sistema, sino que también contribuimos a reproducirlo.
Esto lo vinimos a reafirmar con el gobierno actual. Aunque proponga cosas muy importantes, como la reforma agraria o el cambio del sistema de salud, vemos que los poderosos se las arreglan para evitar que nada de esto ocurra o que, si ocurre, sea de tal manera que les siga conviniendo a ellos. En la forma en que está organizado el sistema no es posible hacer transformaciones que nos lleven a un mundo nuevo. Por el mismo lado, la reflexión sobre el sistema también nos ha llevado a considerar que, aunque los espacios de representación electoral no son espacios de transformación, cuando los hemos asumido sí nos han permitido contener la represión, poner posición al interior del sistema y defender la vida y la dignidad. Hemos entendido que lo político electoral es importante para la supervivencia, pero no lo único.
Nosotros tenemos una herramienta muy valiosa para enfrentar este sistema y es la autonomía. Con la autonomía hemos podido construir un camino propio hacia una vida más digna. Ha sido una lucha de siglos por recuperar la autonomía y en el proceso hemos tenido altos y bajos. Si miramos nuestro momento actual en relación con nuestra historia como pueblo Nasa, podemos decir que nos encontramos en un momento de dificultades, pues la autonomía se ha ido perdiendo entre la violencia y las presiones del sistema. Aunque pasamos por un momento de pocas energías, seguimos dando demasiado protagonismo a las elecciones. Es tiempo de preguntarnos si podremos superar la trampa de las elecciones y volvernos a encontrar entre nosotros y nosotras, en asamblea, para volver a ver lo importante en los territorios y así tejer nuevos caminos hacia la autonomía.
Por: Tejido de Comunicación ACIN